Llevo ya una larga trayectoria trabajando en mi consulta privada como psicóloga. Durante todo este tiempo hay algo que, me he dado cuenta, es común a muchos de mis pacientes. Piensan que los problemas que tienen o la situación que los ha llevado hasta mi consulta es algo que sólo les pasa a ellos.
Se sienten diferentes a las demás personas. Algunos incluso me dicen que quieren ser “normales”, como la gente que ven por la calle, felices, sin problemas. Parece que son sólo ellos los tienen dificultades con sus vidas, que no son capaces de enfrentarse a sus miedos e inseguridades. Mientras que los demás viven sus vidas maravillosas y sin problemas. Como en un anuncio de un refresco de Cola, donde la vida se ve con una constante sonrisa.
Pero esa imagen que tenemos de los demás no es cierta. Y no es justa.
¿Qué imagen puedo tener de mí misma si pienso que “esas cosas” sólo me pasan a mí, que no me dejan ser tan feliz como lo son los demás? Pues una imagen negativa, donde yo siempre pierdo en las comparaciones con los otros.
Y digo que esa imagen no es cierta porque realmente no lo es. Es imposible ser feliz las 24 horas del día, todos los días. Lo que pasa es que, muchas veces, lo que vemos de los demás es la imagen que nos muestran, vemos su mejor versión. No vamos por ahí mostrando nuestras debilidades.
Y digo que no es justa porque en esa comparación, en la que veo la mejor versión de los demás y veo la mía propia, con mis defectos, muchas veces sobredimensionados, seguramente salga perdiendo.
Una vez asistí a un curso que daba una colega mía y lo primero que hizo al empezar a hablar fue reconocer que estaba muy nerviosa, que no estaba acostumbrada a hablar en público y que no sabía si lo iba a poder hacer bien. Fue uno de los mejores cursos a los que he asistido. Y puedo decir que he asistido a muchos.
Reconocer que nos da miedo, que tenemos un problema o estamos pasando por una situación complicada, que tenemos depresión o ansiedad, no es nada malo.Hace unos años, algunas personas famosas empezaron a reconocer que padecían cáncer. Una enfermedad que hasta hace unos años ni siquiera se nombraba.
Si habláramos y reconociéramos más los problemas psicológicos que sufrimos seguramente no nos sentiríamos tan solos.
Y nos resultaría más fácil pedir ayuda.