Todos conocemos a alguien que, cuando salimos en grupo y alguien propone un plan, enseguida se adapta y se apunta. Si eso se repite habitualmente nos acabamos acostumbrando a que nunca sea él el que propone los planes. No nos damos cuenta pero esa persona seguramente ha perdido su voz. Ha perdido su voz ante los amigos y ante él mismo.
Seguramente los amigos dejen de preguntarle por lo que le apetece. Se acostumbran a “no verlo”, a que no opine, o a que siempre opine lo mismo que los demás.
Está tan acostumbrada a adaptarse a los demás que ni siquiera él es consciente de lo que le gusta, lo que le apetece o bien lo que necesita. Entiende que los demás tienen derecho a hacer lo que quieren, que tienen derecho a cubrir sus necesidades. Y él ayuda a que eso se cumpla. Se preocupa por lo demás. Quiere que los demás estén bien, cede, facilita que los demás estén cómodos. Incluso si se tiene que sacrificar él. Prefiere sacrificarse él a que lo hagan otros.
Lo malo es que siempre es el mismo el que se sacrifica. Y el mismo el que cumple sus deseos. Eso provoca que poco a poco esa persona deje de ser consciente de lo que quiere, pierde su propia voz porque no la escucha. ¿Para qué necesitamos saber lo que queremos si no nos los vamos a permitir nunca? Para eso es mejor no saberlo…. Y por eso nuestra voz se apaga y desaparece.
Pero ¿qué mensaje trasmitimos? A los demás les trasmitimos el mensaje de que son importantes para nosotros. Estamos dispuestos a sacrificarnos por ellos. Pero, ¿y a mi mismo? A mi me trasmito el mensaje de que yo no soy importante. Pero no es que no sea importante para mis amigos, sino que no soy importante para mi.
Desaparezco para mi. No me veo. No me escucho. No existo. Y si no existo…¿qué sucede con mi autoestima? Si no existo no me puedo querer. Y no me puedo querer porque no me cuido. No me cuido porque no pienso en mi, porque ya no sé lo que quiero o lo que necesito.
Escuchémonos un poco más, a ver si la voz vuelve, si la volvemos a oír aunque sea un susurro. Y empecemos a hacerle caso. Empecemos a pensar en nosotros, a cubrir nuestras necesidades…así empezaremos a cuidarnos y por lo tanto empezaremos a querernos. Cuidamos lo que queremos y queremos lo que cuidamos.